Cualquier muro es una excusa para extender una parte de nosotros en la Ciudad, cualquier muro es una excusa para la inmortalidad.
La vida no tiene por qué ser anodina y allí están todas esas caras lavadas,
residencias de burgueses y no tan burgueses,
bancos, bostezos que esconden oficinas,
llamándonos, gritando nuestros ridículos nombres,
pidiéndonos que soplemos el polvo de lo gris y lo vulgar
y creemos. ¿Quién dijo que lo útil está reñido con lo hermoso?
Solo un avaricioso de la belleza lo dirá, sabiendo que miente.
Hasta la muerte y el olvido buscan de nuevo la vida y esta casa abandonada se viste de rostro en el siglo XXI y habla en el lenguaje de gatos bicolor a los enamorados de las esquinas.
Un poco más abajo la misma deidad del spray y de la nocturnidad revive los viejos fantasmas de la cotidianidad perdida, la vieja Galicia aún suspira entre bloques que duermen los sueños.
Hay rostros por doquier
...y espejos teñidos de peces y algas
...un rostro amigo me mira al pasar cual cíclope en un centro autogestionado de la capital
y al final de la calle alguien grabó una esperanza.